Los orígenes de la exploración del océano
«Sabemos más de la superficie de la luna que del fondo de los océanos». Esta afirmación de Jean-Michael Cousteau encierra una verdad: aunque el océano cubre aproximadamente el 71% del planeta Tierra, todavía sabemos muy poco sobre él. Entender lo que ocurre bajo el mar es uno de los mayores retos de la ciencia.
El ser humano siempre se ha sentido atraído por el océano, y los primeros exploradores del océano fueron varias culturas costeras de Grecia y China, que hacia el año 5000 a.C. empezaron a sumergirse en el mar para recoger alimentos y dedicarse al comercio.
La oceanografía moderna – la rama de la ciencia que se ocupa de las propiedades y los fenómenos físicos y biológicos del océano – no comenzó hasta el siglo XVIII. Ferdinando Marsili fue científico y explorador italiano y es considerado el padre de la Oceanografía moderna. Es el primer académico que introdujo el rigor científico en el estudio del mar, y uno de los primeros hombres del mundo en realizar investigaciones oceanográficas y en estudiar la biología del mar y la morfología de las cuencas y las costas. Realizó observaciones in situ, estudió los fondos marinos del Golfo de León, la clasificación de las especies, las corrientes y las propiedades del agua del mar, recordando que todo su planteamiento científico se basaba «en los experimentos y observaciones que él mismo hacía en sus salidas de campo». En 1725, publicó «Histoire physique de la mer» sobre los descubrimientos de sus investigaciones oceanográficas de 1705-1706 en el Golfo de León, que se considera el primer tratado científico sobre el océano.



Otro acontecimiento en la historia de la Oceanografía moderna es la Expedición Challenger (1872-1876). Basándose en los recientes descubrimientos de Charles Darwin a bordo del Beagle, los científicos a bordo del HMS Challenger circunnavegaron el océano mundial con el objetivo principal de recopilar datos sobre una amplia gama de temas: la temperatura del océano, la química del agua del mar, las corrientes, la penetración de la luz en las profundidades marinas, la biodiversidad de la vida marina y la geología del fondo. Los resultados científicos del viaje, como el descubrimiento de 4.700 especies y los hallazgos biológicos, se publicaron en un informe de 50 volúmenes con más de 29.500 páginas que tardó más de 20 años en compilarse, con la ayuda de ilustradores y artistas. Uno de los descubrimientos más importantes de la Expedición Challenger fue la localización de la Fosa de las Marianas en el suroeste del Océano Pacífico. Las tecnologías de la época midieron una profundidad de casi 9.000 metros, algo nunca registrado en ningún otro lugar de la Tierra. La Fosa de las Marianas se confirma como el punto más profundo conocido del fondo oceánico, con unos 11.000 metros de profundidad.



A principios del siglo XX, la observación acerca de las profundidades oceánicas y de los organismos marinos era todavía inalcanzable: a finales de los años 20, la mayor profundidad a la que podían descender los humanos con cascos de buceo era de solo varias decenas de metros. Los submarinos de la época descendían hasta un máximo de 115 metros, pero no tenían ventanillas, por lo que a los científicos les resultaba imposible observar el entorno de las profundidades. Fue en 1930 cuando dos estadounidenses, un zoólogo y un ingeniero, construyeron una esfera sellada de acero provista de ventanillas y suspendida por un cable de un barco. Con el Batysphere, ambos lograron alcanzar una profundidad de 900 metros en 1934: fue la primera vez que los animales de las profundidades fueron observados en su entorno nativo por el ser humano. La aventura del Batysphere fue pionera en la exploración humana del océano.
En las últimas décadas, la exploración, el estudio y la observación del océano han dado grandes pasos gracias a la colaboración entre distintas disciplinas y al avance de las nuevas tecnologías, como los satélites, los eco-sondas y los vehículos sumergibles operados a distancia. Seguir explorando el océano en su profundidad y complejidad es exactamente lo que necesitamos en un mundo en el que el cambio climático es cada vez más acelerado, y en el que la población humana y las exigencias económicas son cada vez mayores. La cooperación de científicos, ingenieros, climatólogos, geólogos y científicos sociales está mejorando la comprensión del océano y sus procesos, logrando una mejor representación de lo que hay bajo su superficie.