¿Cómo ayudan las ballenas a mitigar el cambio climático?
Esta semana pasada, gobiernos de todo el mundo han debatido cómo frenar el avance de la crisis climática en la COP26, en Glasgow.
Los expertos coinciden en que unos océanos sanos son fundamentales para regular el clima, ya que estos absorben el 25% del carbono procedente de las emisiones de CO2 a la atmósfera y más del 50% de exceso de calor de la atmósfera.
Pero el cambio climático plantea grandes desafíos para el océano. Junto con la acidificación, el cambio climático ha provocado cambios en los ecosistemas marinos con graves impactos en la riqueza y distribución de especies, y también ha traído consecuencias sociales y económicas desfavorables para los seres humanos.
Las ballenas y otras especies de cetáceos no están exentas de este problema, y hasta la fecha se ha visto cómo el cambio climático puede tener una gran variedad de impactos sobre ellos. Los impactos documentados incluyen: cambios en la distribución, cambios en el momento y la duración de las migraciones, pérdida de hábitat y reducción de la tasa de concepción y éxito reproductivo. Estos grandes mamíferos marinos, que aún se están recuperando de los severos impactos de la era de la caza ballenera, se encuentran bajo una presión extrema de otros tipos de estrés antropogénico como los residuos plásticos, la contaminación química y acústica y las colisiones, entre otros.
Debido a estos factores, múltiples poblaciones de cetáceos pueden acabar colapsando, lo que podría implicar consecuencias negativas permanentes a largo plazo para el funcionamiento de los ecosistemas marinos, ya que los cetáceos desempeñan un papel clave e insustituible en los ecosistemas marinos y se los ha denominado «ingenieros de ecosistemas«.
¿Cómo ayudan las ballenas y otros cetáceos a mitigar el cambio climático?
Los grandes cetáceos juegan un rol fundamental para ayudar a combatir el cambio climático a través de su función clave en el ecosistema marino. Se considera que estas especies actúan como ingenieros del ecosistema contribuyendo a la circulación de nutrientes dentro de la columna de agua y a la transferencia de estos entre aguas de diferentes latitudes, así como a través de la captura de carbono de la atmósfera, de manera directa e indirecta.
Intercambio de nutrientes
Los cetáceos son animales móviles y muchas especies son migratorias realizando grandes viajes por las cuencas oceánicas, a menudo entre aguas productivas frías a aguas más cálidas y a menudo, oligotróficas. Estos movimientos, tanto verticales al sumergirse y subir a la superficie a respirar y defecar, como horizontales con las migraciones entre diferentes latitudes, ayudan a la circulación de nutrientes por todo el océano, la fertilización de sus aguas y son clave para estimular la abundancia de peces al mejorar la productividad del ecosistema.
Por un lado, los movimientos entre la superficie y aguas más profundas provocan un traslado vertical de nutrientes. Muchas especies de ballenas consumen presas a cierta profundidad y al regresar a la superficie para respirar, también liberan plumas fecales ricas en nutrientes. Las plumas fecales que liberan cerca de la superficie contienen nutrientes de las profundidades oceánicas que de otra manera no estarían disponibles para las especies que habitan en la superficie. Sus heces son particularmente ricas en hierro y nitrógeno, ambos necesarios para el desarrollo del fitoplancton, que es el responsable de generar el 50% del oxígeno que respiramos, así como de capturar alrededor de 37 mil millones de toneladas métricas de CO2, un estimado del 40 % de todo el CO2 producido (cantidad que según el FMI – Fondo Monetario Internacional – equivaldría a 1,70 billones de árboles o cuatro bosques como el Amazonas).



Además, estos movimientos en la columna de agua ayudan a la mezcla vertical de aguas de distintas capas, contribuyendo a una distribución más amplia de nutrientes y oxígeno en el agua.
Por otro lado, las ballenas que realizan largas migraciones contribuyen al movimiento horizontal de nutrientes al desplazarse entre zonas altamente productivas de latitudes frías hacia áreas de reproducción que generalmente se encuentran en aguas más cálidas y menos productivas cerca de latitudes tropicales. El aporte de nutrientes proviene de sus defecaciones, las placentas al dar a luz, sus cadáveres y la piel que puede desprenderse.
A través de este mecanismo, llamado en inglés «whale pump», las ballenas transportan nutrientes tanto verticalmente, entre aguas de profundidad y la superficie, como horizontalmente, a través de los océanos promoviendo la producción primaria y, por lo tanto, la fijación de carbono atmosférico.
Secuestro de carbono



Además de ayudar a la circulación oceánica de nutrientes, las ballenas tienen un rol importante en la captura de carbono. Al morir de forma natural, los cuerpos de las ballenas se hunden en las profundidades del océano, llevando consigo enormes cantidades de carbono al lecho marino, donde proporcionan hábitat y alimento para muchos organismos de aguas profundas. Estos cuerpos que han capturado carbono durante toda su vida caen a las profundidades secuestrando el carbono sin que vuelva a la atmósfera. Es lo que se conoce como “whale falls”.
Según un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) se calcula que “cada gran ballena secuestra, en promedio, 33 toneladas de CO2”.
Los investigadores estiman que, debido a la caza de ballenas llevada a cabo en el pasado, durante las que se estima una reducción cerca del 90% de las poblaciones, las grandes ballenas ahora almacenan aproximadamente nueve millones de toneladas menos de carbono que antes.
A través de estos sistemas, estos grandes cetáceos ayudan a mantener océanos saludables y productivos y reducen los impactos del cambio climático de manera que su conservación juega un papel clave para la salud de los océanos y la mitigación del cambio climático.